Por José Sobrevilla
René Freire es un artista plástico nacido en el Estado de Hidalgo, pero ha sido la Ciudad de México donde ha pasado gran parte de su vida. Estudió pintura en la Esmeralda y posteriormente ingresó a la Academia de San Carlos. Fue alumno de Arturo “El Güero” Estrada, uno de los llamados “Fridos”… “Sólo hay cuatro alumnos sobrevivientes de Frida Khalo −asegura René−. Hay otro que tiene 101 años y vive en Cuernavaca y que es Guillermo Monroy. Lo conocí en Cuernavaca, pero nunca le dije que mi primer maestro había sido Arturo Estrada, y lo vi hace poco. Me dio mucho gusto y emoción verlo porque es un personaje singular. Vivió una época de la pintura mexicana muy viva, muy llena… una efervescencia plegada de grandes acontecimientos”.
“Con ese material que era propio de Juan O’Gorman, él mismo pintó unos murales en el Centro SCOP (antigua Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas), que son las piedras de colores. Ahora esos murales fueron quitados de allí porque, creo, los van a reacomodar, tengo entendido…. Ese trabajo, hecho con piedras de colores y, a mí, me parece un muralismo muy importante, singular; pero nunca les hicieron una gran difusión. Cuando los extranjeros vienen a ver los murales en México, antes veían con mucha facilidad los de Palacio Nacional, ahora no sé (…) visitan los de la Secretaría de Educación Pública, un gran lugar para apreciarlos, los del Poliforum, en fin… hay varios lugares donde verlos porque están en la calle.

Los del Centro SCOP han sido unos murales muy observados porque han estado en dos avenidas muy frecuentadas (Avenida Xola, Avenida Universidad, Niño Perdido, ahora Eje Central Lázaro Cárdenas, y la calle Cumbres de Acultzingo, en la Colonia Narvarte). Eso me da gusto porque, aunque sea de reojo, pero ahí los han visto; y siempre habrá alguien que se interese; y no solo se interesan, sino que siempre habrá algún niño que diga “¡Yo quiero hacer eso!”.
René Freire nació en la Ciudad de México un 17 de diciembre de 1952 y sus estudios primarios los realizó en la escuela pública “Catorce de abril” cuya directora era Olivia Peralta, esposa del escritor José Revueltas… “a esa edad yo no sabía de los cuentos políticos, pero recuerdo que era una casa vieja, antigua, ubicada en la colonia Condesa (…) Luego me fui a la “Secundaria 32 José María Morelos y Pavón”, que también era una casa vieja, en las calles de Nuevo León, que es de esquina con Aguascalientes, y a tres o cuatro calles del Parque México. Cuando salíamos temprano, después un examen o qué sé yo, nos íbamos al Parque México a jugar.
_Y, ¿tus padres tenían que ver con algo con la pintura, la escultura o algo por el estilo?
Fíjate que no.
Tenía una tía, una hermana de mi padre, que era la artista de la familia, pero vivía en Monterrey, en Nuevo León. Nos veíamos muy poquitas veces en la vida, porque ir hasta allá era así como un lujo. Entonces fuimos muy poquito, pero nos mandaba cada Navidad tarjetitas de Navidad con todo y sobre que ella dibujaba. Fue lo primero que vi de niño, estos dibujitos hechos por una adulta. Ella era pintora, tocaba el piano (…) pero yo no pinté porque tuviera la influencia de mi tía.
Ella era mi tía Esperanza, nombre que me gusta mucho, igual que el de mi tía Consuelo, nombres muy románticos, porque antiguamente la gente tenía esta idea del romanticismo, y que yo nunca supe apreciar cuando infante, hasta ahora de viejo.
Cuando estuve en La Esmeralda me tocó pintar a la modelo de José Zúñiga (1937–2025). Su trabajo no hace mucho que lo acabo de ver, porque −en mi inquietud de niño− fui al Museo de Arte Moderno cuando recién lo inauguraron y, la primera exposición que pude apreciar ahí fue una de José Zúñiga. Todas sus esculturas, litografías, grabados, dibujos, todo lo que él hacía… Había esculturas chiquitas, más grandes y grandotas. Me llamaba la atención que la modelo tuviera una cabeza chiquita y unas caderas muy amplias, así como un bolillo. Y eso se me quedó grabado, pero pensaba que era un capricho del escultor. Cuando dibujé a la modelo de Zúñiga, a Doña Esperanza, que ya era una mujer mayor, y era exactamente como las figuras de este pintor.
“Observe muy bien, joven… los verdes de la espalda” me decía el güero Arturo Estrada; y en esos momentos yo no veía ningún verde. Ahora veo todos esos colores que bien a bien hacía ver el maestro. Luego me fui a San Carlos muy motivado por las clases del maestro Aceves Navarro, quien era un gran animador, por decir lo menos, con una gran pasión por el dibujo, la forma, el movimiento. Y sobre todo por sentir, y hacernos sentir (…) Cosa muy difícil en un maestro de pintura, porque no es fácil con la palabra despertar sentimientos; Nos hacían por ejemplo dibujar a la modelo en movimiento, caminando; ver sin despegar la vista de la modelo, y trabajar en el papel sin voltear a verlo. Había muchos ejercicios muy interesantes, con las dos manos, con distintos materiales. Eso rompía totalmente con lo que normalmente era la academia que daba el maestro Arturo Estrada.
−¿A quién recuerdas de La Esmeralda y de San Carlos?
En La Esmeralda recuerdo a mi querido Gabriel Macotela, que desde entonces hemos sido amigos. Otro gran amigo fue Roberto Parodi, inseparable y maravilloso amigo. Últimamente no nos vemos casi nunca… hace unos cuatro o cinco años, poco más o menos. A quien veo mucho, con mucha frecuencia es a Eloy Tarsicio, que también es un gran colega y amigo. Y el recién fallecido Francisco Castro y, con quien sigo teniendo buena amistad es con su hermano Alberto. Con él trabajamos juntos en el mismo taller, el de Ricardo Rocha, en San Carlos. Fue una breve temporada, muy poquitos meses, porque él se fue a Italia a seguir estudiando. Regresó y seguimos siendo amigos.
Cuando él se fue, todavía no se formaba el Grupo Suma que nació en el taller de Ricardo Rocha; y con ellos, en ese taller, sigo teniendo a alguien muy valioso que también conocí en La Esmeralda y que es Óscar Aguilar Olea, quien después fue parte del Grupo Suma. A José Barbosa, −que también estuvo en La Esmeralda− y posteriormente en el taller de Ricardo. Y aunque nos vemos poco, seguimos teniendo una buena amistad, muy estrecha.
−Platícanos del grupo Suma…
Este Grupo nació porque Ricardo Rocha… hubo cuatro invitados a participar en la Bienal de Jóvenes de París. Estos cuatro jóvenes los había seleccionado Helen Escobedo. Aquellos jóvenes eran Ricardo Rocha, Felipe Ehrenberg, Alberto Híjar y el escultor Sebastián. Y entonces, decidieron que, en vez de ir ellos, que fueran sus alumnos. Y ese fue el caminito de participar en una Bienal de Jóvenes en París. Es una suerte que los estudiantes no tienen nunca, y que tuvimos nosotros por fortuna, y nos abrió un camino insospechado, porque tuvimos acceso a tener buenas galerías, siendo estudiantes. Nosotros, por ejemplo, empezamos a exponer en la Galería Pecanins, cuando eso era así como para los mayores.
Cuando eres estudiante no tienes ni siquiera la pretensión; entonces, por eso tuvimos una fortuna de exponer en la Bienal de Jóvenes en París.
−Además, ¿En qué otros lugares has expuesto, personal y colectivamente?
El Palacio de Bellas Artes, Museo de Arte Moderno, Museo Carrillo Gil, prácticamente todos los museos. El MUAC, colectivamente. Individualmente no he expuesto museos. Por eso, por ejemplo, en el Museo de Arte Moderno, siendo, relativamente muy joven, tuve una exposición de pintura abstracta, que se llamó “Del Cero al Ocho”; y fue una exposición muy valiosa para mí, porque ahí me contactó la Galería Kim que, en ese momento, dirigía María Maldonado, una mujer argentina muy trabajadora. Entonces abrió y construyó una galería en Alta Vista, como un museíto de tres, cuatro pisos.
−Desde el punto de vista de la técnica, ¿qué opinas del muralismo y qué del trabajo del artista de Caballete?
Fíjate que el Grupo Suma nace, no como los demás, porque ese semestre llevamos como materia El Muralismo; y Ricardo Rocha tenía el brete de mostrarnos ese enorme proyecto que era el muralismo; nosotros, sin consultarlo, decidimos atacar el tema saliendo a pintar bardas de lotes baldíos. Enfrentamos valientemente el tema del muralismo en la calle; éramos cuatro, básicamente:
José Barbosa, Jaime Rodríguez, Óscar Aguilar y yo. Pintábamos dos o tres bardas y en eso salió la invitación a la Bienal de Jóvenes. Ricardo, ni tardo ni perezoso, dijo: “estos muchachos”.
Fue entonces que, en vez de tres o cuatro, de pronto éramos diez pintando una barda y todavía no nos llamábamos Grupo Suma. Y ese fue nuestro enfrentamiento con el muralismo. Ahora, ¿qué pintábamos? Estábamos muy influenciados por el especialismo abstracto, y eso era lo que pintábamos en la calle. La gente nos preguntaba ¿y eso qué significa? ¿Qué quiere decir? ¿Por qué lo hacen? ¿De dónde son? Esto fue otro aprendizaje, el que vas teniendo cuando te enfrentas al público de la calle. Eran señoras que iban con su canasta al mercado, oficinistas, la gente que le deambulaba. Fue así que lo resolvimos en la práctica.
El muralismo también tiene la vertiente de los interiores de los edificios. No todo el muralismo es público; por ejemplo, los murales de Palacio Nacional, aunque son públicos porque antes entraba mucha gente, ahora son vistos por muy poca gente. Los de la Secretaría de Educación Pública, pues sí, están en un lugar público donde entran muchas personas, pero no tanta como ‘todo el público’. Yo iba porque me quedaba muy cerca de San Carlos, a unas pocas calles, y no es que fuera cada mes; iba de vez en cuando y era un placer enorme estar ahí prácticamente solo, haciendo esos recorridos.
Ahora, hay un museo muy cerca de ahí: El Museo del Muralismo (Argentina #28, Centro histórico), que no conozco y quiero ir a conocerlo. En la Secretaría de Poder Judicial hay también unos murales que pintó Rafael Cauduro y siempre que quise ir a la Suprema Corte a verlos era imposible entrar. No sé si con la nueva disponibilidad del cambio en el Poder Judicial, sea más accesible entrar a ese edificio.
Comentó Freire a este espacio que cuando recibió una beca del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (FONCA) se fue a vivir a Cuernavaca con su hija recién nacida tuvo que sacrificar un poco las actividades culturales de la Ciudad de México, “Siempre fui un pintor, pero también daba mis clases de pintura, que esa parte, dar clases, ayuda mucho. Va entendiendo uno, como práctica, cosas que no había entendido (…) cuando me fui a Cuernavaca, lo que quiero destacar es que uno siempre es, de alguna manera, un ermitaño”.
“Y al recibir esa beca, me abrió un campo en ese núcleo cultural de Morelos. Entonces me empezaron a invitar a todo tipo de eventos en el Jardín Borda (…) cuando me dieron aquella beca, incluso yo sentí que no era a mí a quien deberían dársela, sino a los nacidos ahí en Cuernavaca. Incluso hubo por ahí algunos comentarios de gente que vivía ahí, de que los llegados, extranjeros, no nos merecíamos tenerla. Incluso un día me encontré con el maestro Don Gunther y le dije gracias por favorecerme con la beca. “No hay que agradecerme, tú te la ganaste, es tuya” respondió. Y entonces son las cosas que me hacían sentirme más tranquilo. Luego, como a finales de los noventas, viene un premio, un premio nacional que convocaba Omnilife.
“Cuando participé ya era viejo porque tenía más de 35 años. Me gusta mencionarlo porque gané un primer lugar en este concurso; y vale la pena mencionar más, el jurado era un jurado internacional: de España, Nueva York. Ya no recuerdo de cuántos países, pero era un jurado amplio, y el único mexicano era Arnaldo Cohen (…) Ser aceptado en un concurso de esos, donde participan mil o más pintores y aceptaban a 70, 80. Ya estar en esa selección para mí era un pequeño premio (Porque estábamos acostumbrados a que los concursos nacionales que se hacían aquí en Ciudad de México, los jurados eran los conocidos: los directores de los museos. Y los premiados eran también los conocidos, no voy a decir nombres, pero indiscutiblemente siempre eran prácticamente los mismos).
−¿En qué estás trabajando ahora?
Fíjate que acabo de pintar un banquito, chiquito, que arman unas mujeres campesinas chiapanecas. Ellas cortan la madera, no sé cómo, y hacen el banquito que distribuyen con algunos pintores; nosotros lo pintamos y se los regresamos. Yo lo pinté con un tema que también particularmente estoy trabajando, pero quise incluirlas a ellas, quienes están por recoger la famosa pieza. Uno no gana nada más que el prestigio de haber participado en esa labor. Creo que ellas lo venden y qué bueno que están unidas; son un grupo de mujeres que hacen sus esfuerzos por ganarse la vida. Me da mucho gusto participar con ellas.
También tengo una exposición, participo con un cuadro, en una galería de la colonia Condesa, que se inauguró hace una semana, poco más. Y me da gusto que de pronto me incluyan en estas jóvenes, nuevas galerías.
¿Qué mensaje le mandarías a los nuevos artistas plásticos?
Que no quiten el dedo del renglón. Esta carrera es de largo aliento. No van a recibir nada inmediatamente, pero eso es lo de menos, no es lo importante. A los jóvenes les digo que sigan. Me ha dado mucho gusto saber que ahora los hay que gustan de la pintura. Que ya han abandonado estas prácticas del conceptualismo; porque no es que esté mal el concepto; lo que pasa es que son territorios muy difíciles. Hacer arte conceptual no es una tarea fácil. Pareciera muy fácil porque el concepto de cualquier cosa es el objeto artístico; pero no es así. La solución de la forma es todo un estudio geométrico, no es un capricho. VER VIDEO.
Entrevista realizada el 10 de julio de 2025 en el restaurante “Verde tentación” (Miguel Laurent # 51, colonia Tlacoquemecatl Del Valle, CDMX)
